Empezaron a bajar las escaleras de la guarida, buscando a Ryn. Eliawain iba el primero con un fuego fátuo en la mano, seguido de cerca por Lem, que se mantenía tenso, esperando que les atacara cualquier enemigo. El resto iban detrás, aunque la retaguardia la cubría Edd con su escudo y su espada.
Hubieron bajado unos cuantos metros, hasta que llegaron a una sal grande, toda ella hecha de roca, con aberturas por las que entraba luz mágica. Los ocho entraron, formando un círculo, cubriéndose las espaldas y vigilando cualquier señal de ataque, pues sabían que estaban en un sitio facilmente atacable.
Entonces, Eliawain pisó una baldosa, que se hundió en el suelo, provocando que una enorme losa de piedra cerrara la abertura por donde habían entrado.
─Que raro que haya sido Eliawain ─dijo Edd con sorna.
─¡Oye que no tengo culpa de mi mala suerte! ─se quejó el mago.
─Si tuvieras algo que te diera suerte, no estarías así ─replicó Partonio.
Una risa sonó por toda la caverna.
─La verdad si que tiene mala suerte el mago ─dijo una voz desde detrás de un pilar─. Las probabilidades de que pisara esa baldosa eran de un 20%.
Una figura salió de detras de la columna. Portaba vestiduras rojas y una espada en la espalda. Su pelo rubio y largo, le cubría la frente y un pañuelo ocultaba la parte inferior de una cara poblada de cicatrices.
─¿Quién eres? ─dijo Lémoilas mirando con actitud desafiante al individuo que se encontraba frente a él,
─Mi nombre es Kapzharg, el asesino del norte, y tengo órdenes de no dejaros pasar.
─Esto es chungo ─dijo Edd─. El pelo-escoba ese, parece tocho.
─Dejadme enfrentarme a él ─dijo Cristán─. Este es mi combate.
─Como quieras ─dijo Lem.
Cristán sacó su arco y Kapzharg su espada.
─No os dejaré pasar ─dijo con voz firme pero clara─. Y las probabilidades de que me venzáis son del 24.3%.
─¿Ah sí? ─dijo Cristán colocando una flecha sobre la cuerda de su arco─. Lem ─susurró después el arquero─, corred a mi señal.
─Okai ─respondió Lémoilas, despreocupado como siempre.
Cristán disparó una flecha que Kapzharg esquivó sin dificultad.
─Je je ─dijo Kapzharg mientras esquivaba la flecha─. Las probabilidades que me des con tus saetas son de un...
─¡Ahora!
La compañía salió de la sala y se siguió adentrando por los pasillos subterráneos.
─Buen truco, arquero ─dijo el asesino─. Has logrado sorprenderme.
─Me llamo Cristán ─dijo el aludido sonriendo─. Y te voy a derrotar.
La compañía siguió avanzando por las galerías secretas, hasta que llegaron a otra sala. Parecía una armería, por como estaban decoradas las paredes, con múltiples espadas, mazas y arcos. En el centro de la habtación se encontraba sentada en una silla, una mujer de pelo negro y sombrero de paja, fumando pipa.
─¡Buenas señores! ─dijo sonriendo.
─¡Hola, soy Lem! ─respondió el líder de la compañía.
─¿Qué os trae por aquí? ─preguntó la chica.
─Pues que han raptado a una amiga nuestra ─aseguró Lémoilas.
─Lem tío ─dijo Edd preocupado─, no le cuentes todo.
─Pero si parece de fiar ─se quejó Lem.
─Moi la acabas de conocer ─replicó Eliawain.
─En realidad... ─empezó la chica levatándose─ Me llamo Umi Zenbao y soy la asesina del sureste. No os debo dejar pasar pero si alguien pelea contra mí, el resto pueden seguir.
─Me parece bien ─dijo Ali─. ¿Quién quiere pelear contra ella?
─Yo soy el que sabe dónde está Ryn ─dijo Eliawain.
─Yo tengo que curaros si os hacéis daño ─razonó Partonio.
─Yo debo acompañar a Lem, que a saber que barbaridad hace ─aseguró Ari.
─Yo voy con Ari ─se encogió de hombros Stert.
─¡Yo voy a pelear contra Fillat! ─se entusiasmó Lem.
─Yo... estoy haciendo mis runas ─se escaqueó Edd.
─Panda de gallinas... ─dijo Alilea.
─Oye que no es que seamos cobardes, ─aseguró Edd─ es que nos da pereza.
─¡Está bien! Yo pelearé contra ti ─dijo Ali ignorando a Edd.
─¡Oh vale! ─sonrió Umi─ El resto podéis pasar.
Así, Umi desenvainó su espada y, sonriendo, se colocó en posición de batalla, mientras en otro lugar, Cristán y Kapzharg estaban envueltos en una disputada pelea a muerte.
Los seis que quedaban, siguieron avanzando por los pasadizos, a la espera del enemigo que surgiría a continuación.
─Como quieras ─dijo Lem.
Cristán sacó su arco y Kapzharg su espada.
─No os dejaré pasar ─dijo con voz firme pero clara─. Y las probabilidades de que me venzáis son del 24.3%.
─¿Ah sí? ─dijo Cristán colocando una flecha sobre la cuerda de su arco─. Lem ─susurró después el arquero─, corred a mi señal.
─Okai ─respondió Lémoilas, despreocupado como siempre.
Cristán disparó una flecha que Kapzharg esquivó sin dificultad.
─Je je ─dijo Kapzharg mientras esquivaba la flecha─. Las probabilidades que me des con tus saetas son de un...
─¡Ahora!
La compañía salió de la sala y se siguió adentrando por los pasillos subterráneos.
─Buen truco, arquero ─dijo el asesino─. Has logrado sorprenderme.
─Me llamo Cristán ─dijo el aludido sonriendo─. Y te voy a derrotar.
La compañía siguió avanzando por las galerías secretas, hasta que llegaron a otra sala. Parecía una armería, por como estaban decoradas las paredes, con múltiples espadas, mazas y arcos. En el centro de la habtación se encontraba sentada en una silla, una mujer de pelo negro y sombrero de paja, fumando pipa.
─¡Buenas señores! ─dijo sonriendo.
─¡Hola, soy Lem! ─respondió el líder de la compañía.
─¿Qué os trae por aquí? ─preguntó la chica.
─Pues que han raptado a una amiga nuestra ─aseguró Lémoilas.
─Lem tío ─dijo Edd preocupado─, no le cuentes todo.
─Pero si parece de fiar ─se quejó Lem.
─Moi la acabas de conocer ─replicó Eliawain.
─En realidad... ─empezó la chica levatándose─ Me llamo Umi Zenbao y soy la asesina del sureste. No os debo dejar pasar pero si alguien pelea contra mí, el resto pueden seguir.
─Me parece bien ─dijo Ali─. ¿Quién quiere pelear contra ella?
─Yo soy el que sabe dónde está Ryn ─dijo Eliawain.
─Yo tengo que curaros si os hacéis daño ─razonó Partonio.
─Yo debo acompañar a Lem, que a saber que barbaridad hace ─aseguró Ari.
─Yo voy con Ari ─se encogió de hombros Stert.
─¡Yo voy a pelear contra Fillat! ─se entusiasmó Lem.
─Yo... estoy haciendo mis runas ─se escaqueó Edd.
─Panda de gallinas... ─dijo Alilea.
─Oye que no es que seamos cobardes, ─aseguró Edd─ es que nos da pereza.
─¡Está bien! Yo pelearé contra ti ─dijo Ali ignorando a Edd.
─¡Oh vale! ─sonrió Umi─ El resto podéis pasar.
Así, Umi desenvainó su espada y, sonriendo, se colocó en posición de batalla, mientras en otro lugar, Cristán y Kapzharg estaban envueltos en una disputada pelea a muerte.
Los seis que quedaban, siguieron avanzando por los pasadizos, a la espera del enemigo que surgiría a continuación.
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