Al día siguiente llegaron al Vado Helado. El campamento fluviano estaba localizado sobre una colina que descendía directamente al río Eythos, junto a una curva en el camino. Eran pocos hombres, pocos soldados. Unos treinta a lo sumo.
Tres hombres con el torso desnudo salieron a recibirlos y Mesara, que iba al frente de la compañía, detuvo su caballo.
─¿Dónde está Aenaluck? ─preguntó con voz seria y grave.
Un hombre salió de una de las tiendas. Su pelo rubio resplandecía como el sol y llevaba una espada en la cintura. Tampoco llevaba ropa de cintura para arriba, ya que estaba descansando, y en su brazo izquierdo llevaba un brazalete de plata, signo de que era el heredero del ducato. El hombre agarró la empuñadura del arma nada más salir de la tienda y así se mantuvo.
─Hermano ─dijo Aenaluck─ no esperaba verte por aquí.
─Yo tampoco ─respondió Mesara─ pero padre me ordenó venir.
─Espero que hayas traído suministros ─sonrió el heredero, claramente más relajado─ porque ya empiezan a escasear.
─Un carro lleno ─dijo Lem devolviéndole la sonrisa.
─Eso está bien ─dijo Aenaluck envainando su espada.
─Qué bueno está... ─murmuró Émiryn a Ali y Stert.
─La verdad es que si... ─respondió Stert en el mismo tono.
─¿Dónde dejamos nuestros caballos, Aenaluck? ─preguntó Lem bajando del caballo.
─Más respeto, elfo ─dijo uno de los hombres que también estaba con el torso desnudo─. Hablas con el heredero de Fluvian.
─Tranquilo Derthram ─lo calmó Aenaluck─. No son ellos contra los que combatimos. Puedes dejarlos detrás del campamento y que pasten un poco. El carro traedlo aquí.
La compañía dejó los caballos y los carros y se sentaron al lado de las tiendas, alrededor de un barril que hacía de mesa improvisada.
─Estupendo ─dijo el hermano de Mesara─. Ahora que estamos todos, podríamos presentarnos.
─¡Hola soy Lem!
─Yo me llamo Ariwen, pero me puedes llamar Ari y estos son Vícthorin, Alilea, Stert, Eliawain, Émiryn, Páragul, Cristán, Édgamer, y Partonio.
─¿Tienes diabetes en palo? ─preguntó el ermitaño.
─¿Qué es eso? ─respondió Aenaluck riendo.
─Es como un caramelo, con un palo y...
─Cállate judío ─lo cortó Édgamer con un capón.
─Oye, ¿no hace mucho calor aquí? ─dijo Stert.
─Es lo normal en esta época del año ─aseguró el heredero─. Por eso vamos sin camisa.
─¿Y por qué narices lo llaman Vado Helado si hace calor? ─replicó Ali.
─Porque el agua que baja por el río proviene del deshielo de glaciares de las montañas ─respondió Aenaluck señalando la cordillera que se veía desde allí─. Pensaba que estabas defendiendo el Paso Alto, hermano.
─Nos derrotaron ─respondió Mesara─. Ahora el Paso Alto lo controla Malequith.
─Que penoso hermano ─se burló pícaro Aenaluck─. Pensaba que eras más fuerte.
─Seguro que si nos enfrentamos en un combate te gano ─dijo Palborán, molesto.
─Recuerda lo que pasó la última vez ─se rió Aenaluck─. Te picaste tanto que te fuiste del ducato.
─Antes no era tan fuerte.
─¿Podéis dejar de pelearos? ─se incomodó Lem.
─Bueno, las defensas las tenemos alrededor del vado ─dijo Aenaluck─. Tengo a diez arqueros, siete lanceros y ocho espadachines. Cinco arqueros están apostados siempre vigilando aunque vamos rotando guárdia, claro. Además de ellos, estamos Derthram, que es mi lugarteniente y yo, que soy el comandante.
─Padre quiere que le envíes hombres ─dijo Mesara, seco.
─No puedo enviarle hombres porque no me quedan ─respondió Aenaluck─. Somos pocos para defender el vado.
─¿Cómo perdistéis tantos hombres? ─preguntó Edd─ Mesara nos dijo que eráis un centenar.
─Nos atacaron en plena noche ─respondió Aenaluck─. Eran menos que nosotros y logramos ahuyentarlos pero aún así perdimos muchos hombres. Si consiguen pasar, el ducato estará perdido y todos en esta tierra estarán sometidos a la pérfida justícia del barón Malequith.
─¿Y por qué no le pedís ayuda al rey? ─preguntó Cristán mientras encendía un cigarrillo.
─El rey está demasiado ocupado con su guerra particular contra los orcos del desierto.
─Pero eso acabó hace muchísimo ─dijo Vícthorin.
─Sí pero el rey continúa convencido de que los orcos planean algo ─respondió Aenaluck─. Ojalá abdique en el príncipe Dorian. Ese si que es un buen líder.
Se quedaron en silencio un rato y Lem se dió cuenta de que tenía hambre.
─Ya es casi de noche, podríamos cenar ─dijo con una agradable sonrisa en el rostro.
─Está bien ─respondió Aenaluck─. Derthram, canvia la guárdia y quédate con ellos. Jakob, ¿te toca a ti día de desccanso, no?
─Sí, mi señor ─respondió un espadachín mientras Derthram y el resto se iban.
─Excelente ─respondió Aenaluck─. ¿Qué queréis cenar? Es que desde que nuestro cocinero murió, nos ocupamos Derthram y yo de cocinar.
─Si quieres, puedo cocinar yo ─dijo Cristán.
─¿Eres cocinero? ─preguntó Aenaluck─ ¡Eso es genial!
Cristán rió y empezó a cocinar uun estofado. Pronto se lo comieron entre risas y se fueron a acostar. Al día siguiente empezaría la defensa del Vado Helado.
Un hombre salió de una de las tiendas. Su pelo rubio resplandecía como el sol y llevaba una espada en la cintura. Tampoco llevaba ropa de cintura para arriba, ya que estaba descansando, y en su brazo izquierdo llevaba un brazalete de plata, signo de que era el heredero del ducato. El hombre agarró la empuñadura del arma nada más salir de la tienda y así se mantuvo.
─Hermano ─dijo Aenaluck─ no esperaba verte por aquí.
─Yo tampoco ─respondió Mesara─ pero padre me ordenó venir.
─Espero que hayas traído suministros ─sonrió el heredero, claramente más relajado─ porque ya empiezan a escasear.
─Un carro lleno ─dijo Lem devolviéndole la sonrisa.
─Eso está bien ─dijo Aenaluck envainando su espada.
─Qué bueno está... ─murmuró Émiryn a Ali y Stert.
─La verdad es que si... ─respondió Stert en el mismo tono.
─¿Dónde dejamos nuestros caballos, Aenaluck? ─preguntó Lem bajando del caballo.
─Más respeto, elfo ─dijo uno de los hombres que también estaba con el torso desnudo─. Hablas con el heredero de Fluvian.
La compañía dejó los caballos y los carros y se sentaron al lado de las tiendas, alrededor de un barril que hacía de mesa improvisada.
─Estupendo ─dijo el hermano de Mesara─. Ahora que estamos todos, podríamos presentarnos.
─¡Hola soy Lem!
─Yo me llamo Ariwen, pero me puedes llamar Ari y estos son Vícthorin, Alilea, Stert, Eliawain, Émiryn, Páragul, Cristán, Édgamer, y Partonio.
─¿Tienes diabetes en palo? ─preguntó el ermitaño.
─¿Qué es eso? ─respondió Aenaluck riendo.
─Es como un caramelo, con un palo y...
─Cállate judío ─lo cortó Édgamer con un capón.
─Oye, ¿no hace mucho calor aquí? ─dijo Stert.
─Es lo normal en esta época del año ─aseguró el heredero─. Por eso vamos sin camisa.
─¿Y por qué narices lo llaman Vado Helado si hace calor? ─replicó Ali.
─Porque el agua que baja por el río proviene del deshielo de glaciares de las montañas ─respondió Aenaluck señalando la cordillera que se veía desde allí─. Pensaba que estabas defendiendo el Paso Alto, hermano.
─Nos derrotaron ─respondió Mesara─. Ahora el Paso Alto lo controla Malequith.
─Que penoso hermano ─se burló pícaro Aenaluck─. Pensaba que eras más fuerte.
─Seguro que si nos enfrentamos en un combate te gano ─dijo Palborán, molesto.
─Recuerda lo que pasó la última vez ─se rió Aenaluck─. Te picaste tanto que te fuiste del ducato.
─Antes no era tan fuerte.
─¿Podéis dejar de pelearos? ─se incomodó Lem.
─Bueno, las defensas las tenemos alrededor del vado ─dijo Aenaluck─. Tengo a diez arqueros, siete lanceros y ocho espadachines. Cinco arqueros están apostados siempre vigilando aunque vamos rotando guárdia, claro. Además de ellos, estamos Derthram, que es mi lugarteniente y yo, que soy el comandante.
─Padre quiere que le envíes hombres ─dijo Mesara, seco.
─No puedo enviarle hombres porque no me quedan ─respondió Aenaluck─. Somos pocos para defender el vado.
─¿Cómo perdistéis tantos hombres? ─preguntó Edd─ Mesara nos dijo que eráis un centenar.
─Nos atacaron en plena noche ─respondió Aenaluck─. Eran menos que nosotros y logramos ahuyentarlos pero aún así perdimos muchos hombres. Si consiguen pasar, el ducato estará perdido y todos en esta tierra estarán sometidos a la pérfida justícia del barón Malequith.
─¿Y por qué no le pedís ayuda al rey? ─preguntó Cristán mientras encendía un cigarrillo.
─El rey está demasiado ocupado con su guerra particular contra los orcos del desierto.
─Pero eso acabó hace muchísimo ─dijo Vícthorin.
─Sí pero el rey continúa convencido de que los orcos planean algo ─respondió Aenaluck─. Ojalá abdique en el príncipe Dorian. Ese si que es un buen líder.
Se quedaron en silencio un rato y Lem se dió cuenta de que tenía hambre.
─Ya es casi de noche, podríamos cenar ─dijo con una agradable sonrisa en el rostro.
─Está bien ─respondió Aenaluck─. Derthram, canvia la guárdia y quédate con ellos. Jakob, ¿te toca a ti día de desccanso, no?
─Sí, mi señor ─respondió un espadachín mientras Derthram y el resto se iban.
─Excelente ─respondió Aenaluck─. ¿Qué queréis cenar? Es que desde que nuestro cocinero murió, nos ocupamos Derthram y yo de cocinar.
─Si quieres, puedo cocinar yo ─dijo Cristán.
─¿Eres cocinero? ─preguntó Aenaluck─ ¡Eso es genial!
Cristán rió y empezó a cocinar uun estofado. Pronto se lo comieron entre risas y se fueron a acostar. Al día siguiente empezaría la defensa del Vado Helado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario