jueves, 18 de mayo de 2017

DEREBAND: Cap. 1

Una nueva aventura

(Nota del autor: esta história es completamente ficción, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)



Aquella era una buena noche, sin duda. Hacía una buena temperatura y aunque lloviese, los grillos cantaban... En la taberna del pueblo de Tossala los clientes rebosaban, todos con una buena jarra de cerveza en la mano y una sonrisa en los labios. Los niños jugaban en la puerta, pues era día festivo y no era menester que los niños se aburriesen en casa.
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Como iba diciendo, la taberna estaba llena cuando él entró, encapuchado bajo una larga capa verde. Sus pies estaban cubiertos por unas botas empapadas de cuero marrón. Levantó la mirada y arrojó unas monedas sobre la barra.
¿Me puede dar una copa de vino y una pata de pollo, señora?— dijo con una sonrisa.
Como desée, señor.
La mujer que se ocupaba de la barra, señaló una mesa libre y siguió ocupándose de sus clientes. El hombre se sentó donde le habían indicado y se despojó de la capa. Sus largos cabellos rubios le cayeron sobre la frente y se los tuvo que colocar bien. En su cinto restaba una espada de larga hoja y empuñadura con poca decoración.
Hubo pasado un rato hasta que le sirvieron una generosa ración de pollo y una copa junto a la botella de vino tinto que había pedido.
¡Gracias! —dijo con una sonrisa centelleante de todos los dientes.
De nada —le respondió el camarero contagiado del buen humor del forastero.
El chico empezó a comer con abundancia y pidió un plato más, dos, tres, cuatro, ¡cinco! El camarero no salía de su asombro. ¡Aquél chico era muy flaco y aún así comía como cinco hombres! Sin embargo, aquél sujeto no sólo había llamado la atención de el camarero, pues dos pares de ojos lo observaban desde la otra punta de la taberna.
En eso entró alguien en la taberna. Era alguien pequeño, aunque no demasiado, con los pies cubiertos con zapatos ligeros y en quién nadie se fijó a causa del sigilo con que se movía. Se acercó a la mesa del rubio y se sentó frente a él.
Eliawain, ¿dónde te habías metido? —dijo el que había llegado antes.
—Me he perdido entre la gente, Moi —respondió el otro chico destapándose la cabeza. Tenía el pelo negro corto y una nariz pequeña.
Tranquilo —dijo Lémoilas suspirando—. Relájate y cena conmigo.
Gracias amigo —dijo Eliawain sonriendo—, pero no tengo hambre.
Eliawain tienes que cenar —dijo Lem—. Sinó no te harás grande y fuertote.
Pero Moi, no tengo hambre —se quejó el otro.
¡Nananana! Invito yo.
Eres una mala buena persona.
Mientras cenaban los clientes fueron marchándose uno a uno, ya que se hacía tarde. Sólo quedaron, Lem, Eliawain y los dos desconocidos.
¿Dormís aquí? —preguntó la tabernera.
¡Vale! —respondieron Lem y Eliawain a la vez.
La tabernera se marchó y los dos recogieron sus cosas para irse a dormir a la planta de arriba, donde estaban las habitaciones.
Perdonad —dijo uno de los desconocidos, acercándose a Moi y a Eli. Era un enano con barba y el largo pelo negro recogido en una coleta—. Mi amigo y yo tenemos una oferta de trabajo que ofreceros.
¡Acepto la aventura! —dijo Lem sin pensar.
¡Pero Moi, no sabemos qué es! —dijo Eli
Da igual, ¡seguro que es divertido!
El desconocido los miró desconcertado. Nunca había conocido a una pareja tan extraña.
Bueno, es ir a matar a un dragón que se esconde en la Colina del Cuerno, en el Valle de los Siete Ojos.
¿Vés como será divertido? —dijo Moi con los ojos brillantes de la emoción.
¿Un dragón? Brrr, que miedo... —Eliawain se frotó los brazos como si tuviese frío.
Yo me llamo Édgamer, pero podéis llamarme EL DESTRUCTOR DE MAZMORRAS, EDD —dijo el enano poniéndo énfasis en la ultima parte—. Mi amigo que está allí se llama Cristán y es un buen cocinero además de un gran arquero—Cristán levantó la mano saludando y se puso bien las lentes.
¡Hola, soy Lem! —dijo Lémoilas con mucho entusiasmo, mientras se tiraba el pelo hacía atrás de sus orejas puntiagudas de elfo.
Yo soy Eliawain —dijo el compañero del elfo.
¡Oye! —dijo Lem— ¡Tengo una idea! Eliawain es bueno orientándose. ¡Puede ser nuestro guía!
Pero Moi...
Es una idea genial —dijo Edd—. Nosotros tenemos los caballos atrás, Lem. ¿Eliawain monta alguna espécie de libélula o...?
¡Oye! ¡Qué no soy tan bajito!
Cristán rió y poco después todos estuvieron acostados en sus habitaciones, pues habían quedado en salir al amanecer.
Al día siguiente partieron hacia el Valle de los Siete Ojos. Iba a ser un viaje largo, puesto que estaba en la otra punta del continente. El inicio del viaje transcurrió bien aunque Edd intentó que Eliawain montara al pony de carga. Pero en general fué bien. Al anochecer habían recorrido treinta millas y Edd dijo que era hora de descansar. Cristán hizo una hoguera y empezo a cocinar un asado de cordero. Lem se tumbó en el suelo y se puso a contar estrellas y Eliawain estudió el mapa, girándolo varias veces porque no entendía nada. Edd, se había quedado dormido. En ese momento un grupo de orcos entró en el campamento. Eran unos treinta, fornidos y rojos, de las estepas de Agun Dur.
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Dádnos todo lo que tenéis, escoria —dijo el primero de los forajidos.
Lem se levantó y miró al orco grande mientras Cristán cogía su arco .Edd hizo un ronquido y Eliawain dió un bote del susto que se llevó. En seguida se dieron cuenta que los orcos los habían rodeado.


Creo que es hora de pelear —dijo Lem levantándose con la katana desenvainada—. Molestar a alguien cuando come es de mala educación.

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