miércoles, 24 de mayo de 2017

DEREBAND: Cap 4

La compañía avanzó durante todo el día por el camino real, que supuestamente estaba segura del asalto de bandidos.



Aún así, Edd advirtió que los seguían y se lo dijo a Lem.
─Oye Lem ─empezó Edd─. No sé si te has dado cuenta pero nos sigue alguien desde hace un buen rato.
─Ya ─respondió Lem entrecerrando los ojos de esa forma tan característica cuando se ponía serio─. Son tres mujeres y un hombre.
─¿Cómo lo sabes? ─preguntó Edd─. ¡Yo a penas he notado que estaban!
─Ah ─dijo Lem relajando el semblante y sonriendo─. Es que antes he ido a mear entre unos arbustos y me han dicho que no os dijera nada.
─¡Pero tííío! ─dijo una voz femenina desde detrás de unos arbustos.
─¡Eh! ─dijo Cristán apuntando con su arco a los arbustos─. ¿Quién anda ahí?
Tres personajes salieron de entre los arbustos. 
─¡Venimos en son de paz! ─dijo el hombres, alto y cuya cabeza estaba cubierta por una capucha. En su mano llevaba un bastón acabado en espiral.
─Sí, pues para venir en son de paz os escondíais muy bien ─dijo Ryn.
─Perdonadnos, mi señora, pero si nos ocultábamos era porque no sabíamos quiénes eráis. 
─¡Hola, soy Lem!
─Sí Lem, ya sabemos quién eres ─dijo la chica más alta suspirando. Sin duda ella era la que había hablado desde los arbustos.
─¿Y quiénes sois vosotros? ─dijo Cristán sin bajar el arco.
─Yo me llamo Alilea ─dijo la chica alta, que llevaba una lanza en la mano y el pelo recogido en un topo.
─Yo soy Ariwen ─dijo la bajita. Tenía el pelo largo recogido en una cola también larga y portaba dos armas. Un sable largo en la espalda y una espada corta en el cinto.
─Yo soy Stert ─dijo la chica mediana. Tenia el pelo suelto y una lanza en la espalda. En su cintura reposaba una pequeña espada.
─Yo soy Victhorin ─dijo el hombre alto bajándose la capucha y dejando ver su cabello corto y su brillante dentadura. 
─Mira ─dijo Edd─, mide dos Eliawaines.
─¡Oye!
─Perdonad que os preguntemos ─dijo Ariwen─, pero no habréis visto a nuestro amigo Mesara, ¿verdad? ─Ari esperó la respuesta y al ver que no contestaban añadió─. Pelo negro y corto, barba trenzada, metro setenta y pico, espalda ancha...
─Lo siento, no hemos visto a nadie ─dijo Cristán que ya había bajado el arco y se dirigía al carro a coger una pieza de fruta.
─Joder, este Mesara tiene una predilección por perderse... ─dijo Ariwen
Lem soltó una carcajada. 
─¡Seguro que me cae muy bien! ─dijo con los ojos riendo─. Oye, podéis añadiros a nuestro grupo hasta que lo encontréis.
─Puede que nos unamos de momento ─dijo Stert─. ¿Hacia dónde os dirigís?
─Vamos a la Colina del Cuerno, en el Valle de los Siete Ojos ─dijo Edd, inclinándose sobre la silla de su caballo. Era un enano extraordinariamente alto, treinta centímetros más bajo que Cristán. Por eso podía montar a caballo.
─Guau, eso está muy lejos ─admiró Alilea.
─Sí bueno, un poco ─hizo Cristán.
─Yo voto ir con ellos ─dijo Victhorin.
─Retweet ─añadió Alilea
─?
─Nada, cosas mías ─dijo Ali avergonzada─. Yo también voto eso.
─Pues vayamos ─dijo Ariwen.
Victhorin trajó las monturas de su grupo y se añadieron a la caravana, después de las pertinentes presentaciones. Los once siguieron cabalgando hacia Neliat, la siguiente ciudad. 
─YO TENGO UN MOCO, LO SACO POCO A POCO... ─cantaba Partonio mientras comía una piruleta, feliz.
─Cállate, judío ─dijo Edd.
─Joooo...
─Oye Ryn ─añadió Edd haciendo caso omiso de Partonio─, cántate algo que apetece
─Oki ─respondió la juglar desde arriba del carro, pues se estaba tirada arriba. 
Émiryn empezó a cantar una música simple pero que a la vez llegaba al corazón. Todos se veían visiblemente impresionados, menos Paragul, que seguía envuelto en su capa como si nada hubiese pasado y guiando el carro.
─Oye ─susurró Ari a Ali─, ¿es que nada afecta a ése tipo?
─No lo sé ─respondió Ali también por lo vagini. 
─Voy a averiguarlo ─dijo Ari adelantando su yegua hasta la posición dónde se encontraban Cristán y Lémoilas, charlando.
─Oye Lem ─dijo Ari─. Ese tio, Paragul. ¿Quién es?
─Es el nóvio de Ryn.
─Ya, a parte de eso.
─Es un héroe de guerra ─dijo Cristán metiéndose en la conversación─. Empezó como gladiador hace diez años, en las ciudades bárbaras de los orcos del sur, cuando sólo tenía diez años. Mató a los amos de esa ciudad y escapó montandó a un jabalí. Lo encontraron medio muerto unos soldados elfos y lo ayudaron a curarse. Después empezó la guerra efa-orca y Paragul luchó del bando de los elfos. Dicen que en una batalla mató a trescientos hombres. Se cree que había muerto durante la batalla que declaró a los elfos vencedores, pero parece que sigue vivo. A mí ese tipo me da escalofríos.
Los tres se giraron a mirar a Paragul, que se volvió y les dirigió una mirada tétrica. Un sudor frío recorrió la espalda de Ari y de Cristán. 
─¡Me alegro de tener a alguien tan fuerte en nuestro grupo! ─dijo Lem sonriendo a Paragul. Éste miró a Lem sorprendido ante su reacción.
─Gracias, supongo ─respondió Paragul─. Pero ya no peleo.
─¿Cómo que no? ─replicó Lem─. Si antes de ayer te encargaste de un señor.
─Eso fué una necesidad ─concretó Paragul. Ellos habrían matado a Ryn sin dudar.
─También estaba Eliawain ─añadió el espadachín.
─No veía al mago capacitado para vencer a ese oponente ─aseguró el que conducía el carro.
─Sí, ya... ─añadió Lem sin estar convencido.
Pronto anocheció y decidieron acampar. Entre todos buscaron leña y encendieron un fuego en el que Cristán empezó a cocinar un pollo.




En seguida tuvieron los once un cuenco lleno de pollo.
─Espero que os aproveche ─dijo Cristán.
─¡Está rico! ─dijo Moi con la boca hecha agua.
─A mí me parece que está poco hecha... ─se quejó Edd.
─A callar ─cortó Ryn─. Lo que cuenta es que Cristán lo ha hecho con buena inteción. ¿A que sí?
Edd siguió comiendo sin demasiado entusiasmo. De repente, una mujer y un hombre aparecieron dentro del círculo de luz que creaba la hoguera.
─¡Maldita! ─dijo el hombre mientras atacaba con su azada a Stert, que rodó por el suelo y esquivó el golpe.



 Ryn puso una flecha en  su arco y apuntó al hombre.
─Ni un paso ─dijo decidida.
Stert se levantó y miró al hombre. 
─¿Pero qué mosca te ha picado? ─preguntó asustada.
─Perdonadme señora ─se disculpó el hombre─. Me llamo Fillard y esta es mi mujer Sigrid. La confundí con la mujer de llamas.
─¿La mujer de llamas? ─preguntó Lem interesado.
─Sí ─respondió Sigrid sentándose, como su marido─. Es un demonio de llamas, de aspecto de mujer y que devora niños. Sólo sale por la noche. 
─¿Y por qué queréis matarla? ─preguntó Edd.
Ayer estábamos cenando fuera y... ─la mujer rompió a llorar desconsolada mientras su esposo intentaba consolarla.
─Cuando regresamos, todo estaba en llamas ─continuó Fillard─. La diablesa se había llevado a nuestro hijo. Jamás me lo perdonaré...─la última frase era un susurro─. ¿Podrían ayudarnos? Tenemos poco dinero para pagar a tantos mercenarios pero les daremos todo lo que tenemos ─no era una proposición, sinó un ruego.
Todos miraron a Lem, intrigados por lo que decidiría hacer.
─¿Un demonio? ¿Niños secuestrados? ¿A qué esperamos?

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