lunes, 29 de mayo de 2017

DEREBAND: Cap 6

 ─¡AL SUELO! ─gritó Eliawain arrojándose sobre Lem y rodando ambos por el suelo para esquivar la llama. Victhorin desapareció entre las llamas. 
─¡VÍCTHORIIIIIN! ─gritó Lémoilas a pleno pulmón. Tan fuerte, que en otro lugar entre los túneles de la caverna, Edd, Partonio y Cristán lo oyeron. 
─Por ahí ─dijo Edd adentrándose por la bifurcación por la cuál había sonado el grito.
─Tú... lo has matado... ─dijo Lem─. ¡NO TE LO PERDONARÉ!
Lémoilas desenvaino su espada y esquivó a gran velocidad una llama que se dirigía contra él. Siguió corriendo y saltó sobre el demonio cortando el cuerpo de la dama de fuego. Después cayó de cuclillas. La zona donde había cortado, estalló y Lem sonrió.
─Corte sagaz de la grulla.
Las lenguas de fuego fueron apagándose  y pareciera que habían derrotado a la diablesa. Pero un fuego resurgió de la más diminuta llama y apareció la demoníaca figura de la mujer. 

Resultat d'imatges per a mujer de fuego
─Cómo...¿Cómo te atreves? ─dijo con un alarido creando fuego en sus puños. Sin embargo, un ataque mágico golpeó a la Dama de Fuego en la espalda. Eliawain tenía las manos iluminadas. 
─No harás daño a Moi ─dijo con voz serena y clara.
La mujer desapareció en una espiral de fuego que subió a lo más alto de la caverna y descendió en picado sobre el mago. 
─¡ELIAWAIN APARTAAA! ─dijo Lem desesperado. Sin embargo Eliawain se había quedado paralizado por la belleza de las llamas y por el miedo que le producían. Era tan bonito...
Las llamas avanzaban contra Eliawain que no hacía nada por esquivarlas y le habrían matado si un frasco de cristal no hubiese golpeado el fuego. La diablesa cayó como golpeada por un rayo y se retorció intentando deshacerse del líquido que impregnaba su espalda. El lanzador sonrió.
─¡Vícthorin! ─gritó Eliawain─ ¡Pensaba que habías muerto!
─Sí bueno, es difícil matar un druida ─respondió Victhorin agachándose la capucha por el calor.
─¿Cómo lo has hecho? ─se interesó Lem. En ese momento la demoníaca figura voló en medio de la galería. Se había conseguido deshacer del líquido y ahora se erguía, furiosa. En ese momento fijó sus ojos en Victhorin y toda la ira desapareció.
─¿Jakob? ─preguntó sorprendiendo a todos.

─¿Cómo que Jakob? ─preguntó Lem.
─¿Eres tú, esposo mío? ─inquirió la mujer.
─Lo siento─ se disculpó el druida, soy sólo Victhorin. 
─Vaya... ─suspiró la mujer, triste, mientras se sentaba en el suelo─. Por un momento pensé que eras mi marido...
─¿Dónde están los niños? ─inquirió Lem.
─¿Qué niños? ─preguntó la demonio.
─No finjas ─dijo Eliawain─. Sabemos que raptas niños para devorarlos.
─Yo no como niños ─aseguró la mujer─. Es más, ni siquiera como.
─No me lo creo ─dijo Lem convencido.
─Mirad ─dijo la diablesa─, me llamo Ealena y si estáis dispuestos os contaré mi historia.
─Primero los niños ─dijo Lem, apuntándola con la espada.
─Espera ─dijo Vícthorin─, no perdemos nada por escucharla.
─Eso es verdad ─concedió Eliawain
─Está bien ─concluyó Lem envainando su katana─. Cuéntanos. Yo soy Lem y ellos son Eliawain y Victhorin.
─Hace cierto tiempo, en una zona cercana a aquí, nació una niña ─empezó Ealena─. Sus padres la amaban con locura y llevaba una vida feliz, en estos parajes desolados y dejados de la mano de dios. Ellos tenían una plantación de trigo que funcionaba bastante bien y que vendían en Neliat, una ciudad cercana. 


»Un día, la niña bajó a la ciudad, acompañando a sus padres y quedó fascinada por la maravillosa ciudad. Los muros de la ciudad, eran de un color pardo que se confundían con las rocas sobre las que se encontraba la ciudad. Sin embargo, no fue aquello lo que más impresionó a la muchacha, sinó quién la habitaba. Un chico vivía en aquella ciudad. Era aprendiz de herrero. Los dos se hicieron muy amigos y una vez al mes, cuando sus padres y ella bajaban a la ciudad, se encontraban.
»La niña fue creciendo y se convirtió en una mujer morena y el niño se convirtió en un hombre de tez oscura y sonrisa encantadora. Lo que antaño había sido una fuerte amistad, ahora se consolidó en un amor pasional. Los dos se casaron diez años después de haber compartido el primer beso. Se casaron y se establecieron en una casa de estos páramos. Ambos eran muy felices y parecía que nada podría salir mal.
»Un día, unos desconocidos llegaron a los páramos. Eran una comitiva que se había perdido y la pareja los recibió en su casa, como cualquiera habría hecho, ya que llovía y el viento azotaba los carros a riesgo de hacerlos volcar. Compartieron una cena y les dejaron el cobertizo para que descansaran. 
»A media noche sucedió todo. Un ruido los despertó desde abajo. La pareja bajó a ver que pasaba y se encontraron a los viajeros mirándolos con aspecto malvado mientras un fuego empezaba devorar la casa. Una bruja y un enorme hombre los miraban con desprecio. 
»Jakob intentó apagar el fuego pero los hombres se lo impidieron y el jefe le disparó una flecha en el corazón. A mí me dejaron en la casa, intentando que no muriera y acabando con mi vida, quemada.
Eliawain ahogó una exclamación, apesumbrado por el destino de Ealena.ç
─Pasó un tiempo y aparecí en esta cueva ─concluyo el espectro. No sé cómo ni por qué aparecí aquí, pero me desperté con el cuerpo en llamas y con el paso del tiempo acabé por entender como usar mis nuevas habilidades.
─Entonces... ─reflexionó Victhorin─ ¡Fillat y Sigrid nos han mentido! ¡Sólo querían lo que llevaban en nuestra caravana!
─¡Tenemos que volver! ─dijo Eliawain─ ¡Ryn y Paragul están en peligro!


En el campamento, Ryn estaba intentando dormirse. Paragul se quedaría de guardia. Ryn se acostó y al poco oyó ruido fuera. Un grupo de asesinos los rodeaba. En la frente tenían una marca extraña y todos traían sus armas desenvainadas. Fillat los miraba imponente desde encima de una roca. En su mano, una enorme hacha. Su cuerpo se había vuelto mucho más musculoso. Sigrid se erguía a su lado. Se había transformado en una bruja. Tremendamente atractiva, pero una bruja, al fin y al cabo. En su mano, se veía una runa conjurada, como las que tenían los bandidos en la frente.
En medio de todos ellos, estaba Paragul, con la capa negra sobre los hombros y la capucha cubriéndole la cabeza, además de la bufanda cubriendole la boca. En sus manos se veía la espada corta por la que se había hecho famoso y el cuchillo por el que era aún más conocido. 

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