miércoles, 12 de julio de 2017

DEREBAND Cap 16

[Se recomienda al lector escuchar la canción a la vez que se lee la pelea]


Fillat atacó de nuevo a Lem, que estaba desprevenido mirando a Ryn, pero este paró el golpe justo antes de que tocase su cabeza. 
─Debo vencerte ─dijo Lem mientras lanzaba una estocada que Fillat desvió. 
El asesino intentó cortar la cabeza de Lémoilas en dos pero el elfo repelió el ataque interponiendo su espada. Saltaron chispas y los dos contrincantes se separaron unos metros. Fillat sonrió y se irguió abriendo los brazos, en una actitud chulesca. Sin embargo, Lem no cayó en la trampa y se mantuvo en su posición de guardia con el centro de gravedad bajo. En su rostro había una mueca de absoluta concentración. 

Fillat apuntó con su espada a Lem y volvió a sonreír. Lem golpeó la espada y, acercándose un paso, la blandió sobre su cabeza buscando la carne de Fillat, quién se hizo a un lado dejando que la espada del rubio héroe bajara, esperando, quizás, que Lem perdiera el equilibrio. Nada más lejos de la realidad. Lem golpeó a Fillat con el hombro y lo forzó a retroceder, mientras colocaba la espada sobre su hombro en una actitud claramente agresiva. 


Fillat se tambaleó unos pasos riendo y blandiendo su espada. Pero Lem no había acabado aún. Su espada silbó en el aire y fué hacia la izquierda y Fillat colocó su espada en ese costado. Sin embargo, y repentinamente, la katana de Lem cambió de dirección y se dirigió a la derecha de su enemigo, que sorprendido, reculó un paso hacia la izquierda e interpuso su espada a la del elfo. Lem volvió a moverse, esta vez hacia la derecha e inició un seguido de ataques, que obligaron al villano a recular hacia la pared. Derecha, izquierda, derecha, estocada y derecha otra vez. Los pasos de Lem quiaban a los de Fillat, moviéndose a la vez, en perfecta coordinación. Estaba ganando, y lo sabía. 

Al fin la espalda de Fillat tocó la pared y el asesino lanzó una estocada para separarse de su enemigo. Los dos jadearon, sin bajar la guardia, sin moverse un solo milímetro. Entonces el elfo atacó. La katana de Lem cruzó el espacio que los separaba, dirigiéndose hacia el estómago de su contrincante. Sin embargo, este ya no se encontraba allí. Se había apartado, a escasos centímetros de la espada, con el filo rozándole el vientre y con la pared a su derecha, paralela a sus pies. Cogió la cabeza del elfo y lo golpeó contra la pared. Sin embargo, Lem lanzó un corte dirigido a destripar a Fillat, pero este reculó y empezó a subir las escaleras que lo llevaban a una salida lateral y a los caballos. 

Lem se apoyó en la pared con la mano izquierda y rápidamente salió en persecución de su enemigo, espada en mano y con sed de sangre. Lo alcanzó casi a la cima de las escaleras, pero Fillat ya lo esperaba. Con la diestra empuñando la katana, Lem buscó el costado de Fillat, quién paró el golpe y subió un escalón. Lem atacó al otro lado, con las dos manos sobre su arma, y Fillat lo paró poniendo su espada vertical al suelo. Ambos forcejearon durante un breve momento, hasta que Filla agarró el candelabro que se encontraba a su lado y lo arrojó sobre el elfo. Lem no se esperaba aquella treta tan sucia y recibió el armazón de aquel mueble sobre su hombro izquierdo. 

Cuando golpeó su brazo, Lem notó que los huesos cedían y un ardiente dolor lo cegó por un instante, y recorrió todo su cuerpo desde el hombro. Debía haberse roto algo. Lem volvió a mirar hacia su enemigo pero este se había marchado, dejando una puerta abierta tras de sí. 

Fillat corrió por el pasillo hasta llegar al final, a la puerta roja. Detrás de esa puerta se encontraban los establos y podría escapar de allí. Llegó a la puerta y abrió el cerrojo. Se giró un momento para ver si lo seguían y lo que vió le heló la sangre. Lémoilas se erguía al otro lado del pasillo con el pelo enmarañado y los ojos brillantes por una cólera hélida. En su mano, la katana negra resplandecía y parecía delerosa de sangre. De su sangre. Asustado, Fillat cruzó el arco y cerró la puerta tras de sí. Pasó el cerrojo y se dirigió hacia el caballo de Alilea, el caballo más rápido que tenían. El corcel negro no se alegró de verlo y sin embargo Fillat se subió a sus lomos. Un golpe sonó en la entrada y la puerta estalló en astillas. Lem había usado aquél corte que le permitía explotar las cosas. 

Fillat espoleó el caballo que, encabritado, saltó la valla que lo aislaba y se dirigió a la puerta al galope. Fillat estaba escapando y Lem no podía permitirlo. Había heecho daño a sus amigos y eso era imperdonable. Con fuerza agarró su katana y, pese a que cuando el elfo salió de la caverna, Fillat ya estaba bastante lejos, no dudó un instante en lanzarla. Todo el bosque en el que se encontraban calló un instante, como si cogiera aire y Lem pudo oír la espada silbar en el aire y clavar-se en la espalda de Fillat. 

Rápidamente corrió para recuperar su espada y ver si Fillat estaba muerto, pues no quería que muriese, ya que debía estar encarcelado y responder por sus crímenes. Sin embargo, cuando llegó, el asesino había muerto. 

El guerrero élfico volvió a la sala. Todos sus amigos estaban allí. Cristán había ido recogiéndolos a todos y Partonio les había vendado las heridas para parar la hemorrágia. Edd se apoyaba en una espada y entre Cristán y Stert llevaban a Ali, que tenía el abdomen vendado.

Cogieron los caballos y regresaron al campamento. Cuando llegaron, Victhorin estaba arrodillado delante de unas cenizas.
─Ella... ─dijo con voz áspera─ se ha ido con su esposo. 

Lem miró las cenizas y sonrió. Al fin había acabado aquella locura. 

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