sábado, 29 de julio de 2017

DEREBAND Cap 24

Mesara avanzó con sus dos hachas, cortando hacia delante en diagonal pero el caballero de plata parecía que supiese lo que iba a hacer y se apartaba en movimientos sutiles reculando hacia atrás. El fluviano cada vez estaba más desquiciado y atacaba cada vez con más fúria pero menos técnica. Aún así, Palborán no conseguía alcanzar al caballero, que se desplazaba con sobrerbia elegancia. 
─¡Maldito seas, estate quieto! ─gritó Mesara presa de la ira.
Como respuesta el caballero rió y se movió para esquivar el ataque del fluviano. Con dos ágiles saltos, que hacían que pareciese que el caballero no llevaba armadura, el hombre retrocedió. Agarró su espada y se colocó en posición de pelea. Mesara se quitó el yelmo y lo correspondió, colocando sus dos pequeñas armas en posición. 
Palborán evaluó la situación y se movió rápido, atacando por debajo de su ombligo, buscando una distracción que provocara una falla en la defensa de su enemigo. Sin embargo, el Caballero de Plata, ágil como una gacela, se agachó hacia un lado, esquivando el limpio hachazo que surcó el aire y visualizó la segunda hacha de Mesara, que el fluviano mantenía sobre su cabeza, esperando para atacar. 
Mesara bajó el hacha con fuerza, pretendiendo clavarla en la cabeza de su enemigo. Pero este fue más rápido y cortó el arma por el mango para después patear el torso de Palborán, que cayó al agua en un sonoro chapoteo.



Páragul miró a su enemigo, con cara de total concentración desde abajo de la bufanda que portaba a pesar del calor y evaluó la situación. Su enemigo portaba una daga y en su otra mano, un conjuro había empezado a formarse. La prótesis quellevaba Páragul, hasta donde sabía, era capaz de repeler todos los ataques mágicos que Eliawain conocía, pero aún así, era vulnerable a los ataques con mágia negra y ese tipo era el típico mago negro. 
El inventor, rotó sobre sus manos los cuchillos que portaba, para tranquilizarse y movió un poco los pies para ganar estabilidad a la vez que fruncía el ceño y bajaba la boca hasta estar debajo de la bufanda. El mago negro lanzó su hechizo: un relámpago que surcó el aire buscando el cuerpo de Páragul. Sin embargo lo que encontró fué el tronco de un árbol porque el veterano de guerra se había movido hacia su izquierda y avanzaba ahora a grandes zancadas hacia su rival. El mago se agachó esquivando la patada que le propinó Páragul mientras giraba e intentó cortarle la rodilla que el héroe tenía en el suelo, pero Páragul saltó y pasó las piernas sobre el cuerpo de su enemigo, esquivando el ataque, y a punto estuvo de golpearse de cabeza contra el suelo pero en una suprema muestra de habilidad, se apoyó con las manos en el suelo fangoso de la orilla y cayó de rodillas, aunque preparado para saltar sobre su enemigo, que se encontraba frente a él. Entonces Páragul se dió cuenta de que había perdido los cuchillos durante el salto. El mago se volteó y vió que en sus pies estaban las armas de Páragul. Hizo algo parecido a una risa y los cubrió de barro con el pie.



Alilea cargó contra su rival, una jinete armada con una espada y cuyo caballo estaba ataviado con una armadura impenetrable. La jinete cabalgó contra ella y ambas chocaron en el fango. La lanza rozó el pelo de la jinete, que cogió el arma y la cortó con su espada.  Alilea soltó rápidamente su lanza y desenvainó su espada corta. Pero su enemiga no había permanecido quieta y Alilea se agarró de la silla mientras se inclinaba hasta casi caer por un lado del caballo para esquivar un espadazo que iba directamente a su cabeza. Ali silbó y el caballo, entrenado para obedecer a su dueña, trotó hasta alejarse de su enemiga.



Lémoilas esquivó la estocada que se dirigía a su cabeza mientras sonreía y empujó al renegado en el brazo, forzando a que perdiera estabilidad. Su enemigo se giró con un corte semicircular y Lem se agachó, sin perder la sonrisa, con la katana en la diestra. El renegado atacó en vertical, buscando acabar con Lem, pero el elfo ya no se encontraba allí, sinó que se había apartado hacia la derecha. El renegado trató de cortar al líder de la compañía en las costillas pero Lémoilas interpuso su katana al golpe y con un fluido movimiento, propinó un codazo en la nariz de su enemigo, que reculó sangrando.
─¡Me las pagarás! ─gritó atacando en vertical como si cortase leña. Pero Lem se hizo a un lado sonriendo─. Te borraré esa estúpida sonrisa de tu cara, imbécil.
El renegado trató de cortarle la cabeza a Lem, que se agachó. Después la espada del renegado bajó en un círculo, que Lem esquivó.
─¡Deja de huir! ─dijo el hombre mientras trataba de atravesar el cuerpo de Lem, aunque él esquivó el ataque con facilidad─. ¡Cobarde!
La sonrisa del elfo se congeló y paró el siguiente golpe con una fuerza que hizo que el renegado retrocediera tambaleándose.
─No eres rival para mí ─dijo Lémoilas solamente. No lo decía provocando ni intentando ser más de lo que era. Simplemente lo decía como quién dice algo obvio a un niño. El elfo envainó su espada y se dió la vuelta─. Vete, no quiero hacerte daño.
─¿¡Es que no sabes quién soy!? ─dijo el renegado─ Soy Baradur hijo de Baradion y heredero de Sáladar.
Lémoilas continuó caminando hacia la orilla y el renegado, con una ira incontrolable, saltó sobre Lem, tratando de matarlo con su espada. Pero Lem, que lo había estado vigilando con el rabillo del ojo, se desvaneció y apareció unos metros atrás del renegado, agachado y agarrando la empuñadura de su katana.
─Cortado ─dijo con voz seria─ y Hundido.
El renegado cayó al suelo con la mirada perdida. Un profundo tajo recorría su torso desde su clavícula hasta su ombligo.



El mago saltó sobre Páragul pero este apoyó las manos en el barro y pasó las rodillas entre el espacio que dejaban sus brazos y sin tocar el suelo con las piernas, pateó la cara del hechicero. Después apoyó los pies en el suelo y se levantó sin usar las manos. Se inclinó hacia un lado, esquivando un ataque de su enemigo y aprovechando que estaba inclinado, apoyó una mano en el suelo y volvió a patear el rostro del mago, que retrocedió tambaleándose con la máscara rota. Sin embargo, el héroe notó que no podía moverse y se quedó agachado en el suelo. El brujo sonrió y miró a Páragul.
─Caíste en la trampa del gran hechicero Thordred ─dijo─. Ahora prepárate a morir.
El mago avanzó hacia el veterano, sujetando la daga sobre su cabeza y con una sonrisa macabra en el rostro. Páragul notó que su mano tocaba algo metálico y trató te agarrarlo. Sorprendentemente, sus manos aferraron, lentamente una de sus dagas. 
─¡Un mono de tres cabezas! ─dijo el héroe, asombrado. 
El mago se giró y vió que realmente, detrás de él, en la orilla fluviana había un simio con tres cabezas comiéndose un plátano.
─¿Pero qué...? ─dijo sin entender nada. 
Se giró y volvió a centrarse en Páragul que había logrado liberarse del hechizo y aferraba una daga que clavó en el vientre del mago. 
─Vaya con el mono ─dijo Páragul sonriendo por su buena fortuna.



Mesara rodó por el agua, esquivando un espadazo del Caballero de Plata y se levantó desenvainando su espada. Conectó una serie de cortes que habrían matado a cualquiera. Pero su enemigo no era cualquiera. Esquivó o detuvo todos y cada uno de los ataques e hizo retroceder al fluviano. Mesara jhadeó y levantó el hacha. Sin embargo, el caballero lo vió venir y volvió a cortar el mango. palborán traó entonces de ensartar al guerrero de Malequith, pero este lo equivó y golpeó con la empuñadura a Mesara, quién retrocedió. 
El fluviano trató de decapitarlo pero el caballero detuvo el golpe y movió la hoja de su arma hasta la empuñadura de la de Mesara. Después hizo que ambas rotaran en el aire y finalmente Palborán soltó la suya. La espada cayó en medio del río y el caballero de plata cortó la coraza de Mesara y el cuerpo del mismo provocandole una cicatriz que lo marcaría el resto de su vida. El tajo iba desde el pezón derecho hasta el hombro izquierdo y Mesara cayó hacia atrás. El agua se tornó roja y la mirada de Palborán se emborronaba por el desmayo cuanto vió una bota. Lémoilas se erguía a su lado, mirando al Caballero de Plata con ira. 
─Lémoilas... ─dijo Mesara─ ...ayúdame.
Lem miró a Mesara y sonrió. Avanzó un paso, miró hacia el cielo y, con todas sus fuerzas, gritó:
─¡¡¡POR SUPUESTOOOOOOOOOO!!!


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